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L. Pásara: La justicia Latinoamericana en el Banquillo ( y III)

By junio 3, 2015junio 9th, 2020No Comments

Hemos recorrido en escala la obra del jurista Luis Pásara, “Una reforma imposible: la justicia latinoamericana en el banquillo”. En una primera parte, vimos como el autor se preocupa por sacar a la luz aquellos condicionantes históricos y culturales que dieron y dan forma al actual sistema de justicia, a través de las nociones de tradición y cultura jurídica. En un segundo post, desarrollamos en detalle las críticas y sugerencias en relación a las reformas del sistema de justicia en Latinoamérica. Para dar un acabado cierre a esta referencia, es hora de extraer las ideas más sobresalientes de toda la obra.

A lo largo del texto, se hace alusión a dos elementos que han movilizado la justicia latinoamericana. Por un lado, se hace mención a la creciente actividad de los jueces en la arena política, gracias a la judicialización de la política. El autor advierte que si bien fue novedosa la presencia de los jueces latinoamericanos en temas relativos a la competencia de los otros poderes el Estado, esto “no ha cambiado el perfil de la justicia latinoamericana”:

“la apertura de este nuevo terreno de actuación denominado judicialización de la política ha venido a sumarse al ámbito de lo judicial sin modificar la ineficacia general del sistema, los márgenes de impunidad que mantiene y la abdicación de las responsabilidades que en ello corresponden al Estado”.

Por el otro lado, el autor explica que se ha dado un incremento importante de la actividad en la justicia latinoamericana debido la desaparición de aquellos factores de contención que en otro tiempo funcionaron eficazmente para desalentar controversias o resolver conflictos de tenor jurídico:

“…la familia y otras instancias de autoridad tradicionales se disuelven como tales (los padres que abdican del ejercicio de su autoridad, el maestro que se desentiende de su responsabilidad formativa, el mayor que socialmente ha perdido reconocimiento), las normas sociales básicas de respeto al otro (los límites) no encuentran lugares sociales de transmisión y reproducción, ni audiencia en un individuo centrado en su propia satisfacción, básicamente a través del consumo (…) la transgresión, en diferentes niveles de gravedad, deja de ser sancionada o, en ocasiones, busca una sanción imposible en el sistema de justicia.”

Estos dos elementos importaron un incremento y diversificación en el accionar de los órganos de justicia que, sumados a la falla congénita de ineficacia en el sistema que Pásara denuncia, han sido fundamento para la necesidad de su reforma.

Numerosos intentos de reforma en Latinoamérica  no han resultado, a criterio del autor, muy favorables por una variedad de motivos (ver aquí). Pásara destaca en particular la metodología errónea que se ha utilizado al momento de generar las propuestas de reforma al sistema de justicia. En principio, el autor argumenta que gran parte de las estrategias desarrolladas en Latinoamérica han sido formuladas sobre una base de conocimiento débil. Luego, Pásara explica que la mayor parte de las reformas fueron propulsadas desde un punto de partida reactivo, en un intento de eliminar debilidades o de llenar carencias. De este modo, las propuestas se han fundado en simples intuiciones, en vez de presentarse como el producto del estudio profundo del terreno a modificar y de una evaluación consciente de las medidas y los recursos necesarios para implementar el cambio deseado.

El conjunto de críticas atribuidas a los intentos de reforma en el pasado alcanza su síntesis final en el titulo mismo de la obra, que califica la reforma de la justicia latinoamericana como “imposible”. No obstante, para Pásara existe un modo de lograr superar esa imposibilidad y llegar a la tan ansiada reforma judicial. Y he aquí su gran aporte:

 “la reforma de la justicia no puede entenderse como una serie de modificaciones legales y cambios de infraestructura; para alcanzar un cambio cultural una reforma requiere desarrollar una nueva cultura jurídica”

Luis Pásara propone como la “pócima del éxito” el ir en busca de un cambio mucho más profundo y consciente que un simple cambio de normas. El autor argumenta que la modificación de un sistema de justicia demanda un cambio de otra naturaleza, un cambio cultural, porque “en el largo plazo, la reforma judicial será efectiva sólo si es acompañada por un cambio de mentalidad” de los abogados, jueces, fiscales y ciudadanos.

Entonces, una verdadera reforma necesita del compromiso de actores políticos y operadores del sistema, para lograr formar una coalición política que actúe como base social de apoyo y vigilancia “La formación de una verdadera opinión pública sobre la justicia debería ser una tarea prioritaria” porque “los jueces deben saber que alguien está vigilando”.

Con gran altura, el autor regresa a la coyuntura del problema para presentar el cierre de su razonamiento y resaltar que: “…los jueces latinoamericanos piensan que el problema principal de la justicia consiste en la congestión, que podría ser resuelto si se les asignara más recursos. Los límites de comprensión impuestos por la cultura jurídica institucional les impiden entender que el reclamo no consiste en pedir más sentencias sino una justicia distinta.”

En síntesis, toda reforma debe comprender un cambio profundo sobre la cultura jurídica y, por ende, no debe ser reducida a una modificación normativa u organizativa. Queda pendiente la tarea de buscar el modo de cambiar de raíz aquellas falencias propias de nuestro aparato de justicia y aquellos vicios de los agentes que intervienen en la tarea de impartir justicia.

Nos preguntamos, entonces: ¿cómo desterrar de nuestra cultura jurídica aquellas dilaciones inaceptables, aquellas decisiones arbitrarias, aquellos escándalos recientes (entre tantos otros)?; ¿cómo podemos movernos en dirección a una justicia distinta, a una justicia mejor?

Un punto ha quedado bien en claro: cualquiera sea la solución propuesta, empeñarse en combatir o “reducir” estas fallas de forma directa no será suficiente. No son simples indicadores negativos que puedan empolvarse con un cambio de normas o políticas públicas. Será necesario pensar en erradicar aquellos desperfectos por completo de nuestro sistema o, en palabras del autor, extirparlos de raíz de nuestra cultura jurídica.

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