Empezamos hoy en el mismo lugar que la semana pasada: los diarios del domingo. Ellos nos habían traído una discusión, de la mano de un reportaje a Zaffaroni, y una denuncia, a cargo de Horacio Verbitsky, sobre irregularidades en la Acordada de re-elección de Lorenzetti como Presidente de la Corte Suprema. Esta última traería cola porque el núcleo de la misma estaba en la aseveración de que los considerandos de la Acordada serían falsos. En concreto, allí se afirmaba la existencia de una deliberación previa a la designación que, en realidad, no se habría producido porque el Ministro Carlos S. Fayt firmó el acto en su domicilio y, detalle que resultaría sumamente significativo, no habría reconocido al Secretario de Corte que le llevó el documento. Página 12 afirmó el lunes de la semana pasada que Lorenzetti le envió una carta a Verbitsky que decía que iba a renunciar como Presidente de la CS, fuentes informales del Tribunal confirmaron esto y hubo un gran revuelo. Al día siguiente, la Corte emitió un escueto e impersonal comunicado dejando todo como era entonces.
A partir de ese momento, las miradas se posaron en Fayt y su estado de salud física y mental para ejercer el cargo. Voces de uno y otro lado se hicieron oir y Jorge Rizzo, el abogado de Fayt y ex-Presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, anunció que el nonagenario Ministro haría declaraciones radiales en su programa del sábado 10 de mayo. Efectivamente así lo hizo, según pueden comprobar escuchando el audio de la transmisión, que no fue un diálogo sino tres pequeños fragmentos de declaraciones de Fayt grabados en su domicilio. En el más significativo, el único Ministro que lleva todo el período democrático en su puesto, declaró: «Quiero agradecer todas las manifestaciones de aprecio que he recibido en estos días, a través de la prensa, la radio, la TV, Internet, los comentarios virtuales de todos. Me encuentro bien. Estoy trabajando como siempre y lo seguiré haciendo mientras Dios me dé fuerza, vida y plenitud». Estas declaraciones fueron directo a la tapa de Clarín y merecieron una opinión de Joaquín Morales Solá en la primera página de la La Nación («El ambicioso plan del Gobierno detrás de la tortura a Fayt«). Página 12 transcribió en forma completa sus expresiones, en la nota «Con un poco de garganta«, afirmando que lo que dijo era «errático». Tiempo Argentino discutió la modalidad del reportaje, ya que «se desprende que hubo una selección intencionada de sus palabras, destinada a neutralizar las sospechas sobre su estado de salud y lucidez para ejercer el cargo en el máximo tribunal». Confirmación irrefutable para unos, generador de dudas para otros, la intervención de Fayt mantuvo a todos en sus trece.
Había habido ya diversas opiniones en las ediciones sabatinas (Fontevecchia en Perfil, hablando de «Viejismo«; Bruchstein en Página 12 de mayoría y «Contramayoría«) pero el plato fuerte estaba preparado para el almuerzo del domingo (hasta nosotros estuvimos opinando en el Programa radial La Revancha de FM La Tribu). De lo que se publicó, hay varias notas para destacar. Una, en Tiempo Argentino («La Corte de la minoría automática«) porque fue reproducida en la página web de nuestra Presidente, junto con un recuerdo al editorial (crítico) del diario Clarín cuando la Corte emitió la sentencia en el caso Fayt en 1999. La nota de Morales Solá citada en el párrafo anterior refiere, justamente, a la participación de la mandataria en la actual arremetida contra Fayt. Dice el columnista:
«Cristina Kirchner ordenó esa operación y ella la monitorea personalmente. ¿Alguna duda? Ninguna después de que Hebe de Bonafini montara su habitual show estalinista de juicios populares, esta vez contra Fayt. Bonafini suele ayudar de esa manera a las soluciones que necesita el kirchnerismo. También el protagonismo permanente en el caso de Aníbal Fernández o de Carlos Kunkel le pone el sello de autenticidad presidencial a la operación. O la designación de una diputada de La Cámpora, el reservorio del cristinismo más puro, al frente de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados. No hay dudas: el operativo de acoso y derribo de Fayt está dirigido por la Presidenta.»
Mario Wainfeld escribe su habitual columna dominical de Página 12 y se ocupa de la reelección de Lorenzetti en «El tiempo de los cortesanos«. Con inteligencia y habilidad dialéctica expone su caso: la Corte Suprema tarda mucho en decidir los casos y, muchas veces, cuando lo hace, resuelve con tres líneas que no justifican nada. El ejemplo, al que le dedica muchas líneas, es el caso del rechazo del recurso por torturas de los ex-combatientes de Malvinas. Esa tardanza y parsimonia se contrapone con la premura en la reelección de Lorenzetti. Deja su opinión sobre las dificultades operativas de un tribunal incompleto, pero resalta los beneficios que ello genera en términos de poder:
«Vamos de los números redondos a los quebrados y a “eso de lo que no se habla… en ciertos círculos»: el poder. Participar en un cuerpo de cuatro miembros otorga el cuarto del poder disponible, que es más que un séptimo. La diferencia aumenta si uno es presidente. Lorenzetti, muy perspicaz en esas lides lo sabe y, quién sabe, lo disfruta. La merma no es su responsabilidad aunque vendría bien que sincerara las dificultades que acechan a un tribunal incompleto.
En pocos meses, el titular de la Corte ha pronunciado o escrito información errada o falsa. (…) Más seria es toda la parodia de su anticipada recontra reelección. Nada explica la necesidad o urgencia como no sea la necesidad de convalidarla con cuatro firmas. Esa cifra permite que Lorenzetti y la jueza Elena Highton de Nolasco declinen sus designaciones, aliviándose de la inmodestia de votar por sí mismos. Para lograr ese resultado, se inventó el contenido del acta. Una reunión no realizada, conforme reveló el periodista Horacio Verbitsky en este diario. Fayt no participó, lo que desmiente no sólo el lugar en que se adujo que firmó sino también el vivaz diálogo en que, pretendidamente, intervino. La falsedad es ostensible.»
Por último, Horacio Verbitsky revela, en «Barro Judicial«, el contenido de la famosa carta que citamos al comienzo de este post y que generó el batiburrillo de la renuncia, filtrada y luego desmentida, de Lorenzetti. Luego de despegarse de la embestida oficialista sobre Fayt y de relatar lo que, en su visión, son los origines de este conflicto, Verbitsky nos cuenta que
«A mí, en cambio, el propio Lorenzetti me envió una carta por mano de un secretario de la Corte, en la que me confiere “el inmerecido privilegio de saber que, siguiendo tus consejos, voy a renunciar a la presidencia. En consecuencia, quedarán Highton y Maqueda, probablemente hasta fin de año”, es decir que la renuncia se haría efectiva de inmediato. Una aclaración necesaria es que nunca le aconsejé renunciar ni hablé con él del tema, sólo describí en esta página el procedimiento irregular que siguió para asegurarse un nuevo mandato. La carta añade que “en estos momentos se está negociando la integración de la Corte (la presidente ya ha dicho que no va a ampliar) con el propuesto por el oficialismo (Carlés), y una mujer que propone la oposición (Macri-Sanz). Antes de fin de año la Corte quedará integrada y a fin de año tendrá un nuevo presidente, que probablemente sea Carlés o Maqueda (Highton no desea el cargo y yo no quiero ser reelecto”. Lorenzetti agrega que la idea de “consolidar mi presidencia” se debió al propósito de manejar las presiones sobre la Corte, que deberá decidir causas importantes, entre las que menciona “la situación del padre Grassi, los juicios de lesa humanidad en campo económico-empresarial, en los que el nuevo presidente tendrá un rol decisivo”. Considera probable que en los próximos años “exista una presión grande para el cambio de alguna jurisprudencia en temas de derechos humanos, laboral (quieren dictar una ley de prescindibilidad para todo el sector público) y otras que seguramente el nuevo presidente sabrá manejar con firmeza. Te paso estos datos para que escribas que te hicimos caso, que se concretará dentro de unos días”. También me reprocha haber hecho silencio sobre la nominación de Carlés, “que ha sido tomado como una aceptación”, y me pide que “si ves a Raúl, por favor decile que recuerde que me votó tres veces ininterrumpidamente y que en once años nunca propuso cambiar el número de la Corte, siempre le pareció bien; por las dudas, porque no se acuerda”. Lorenzetti no explica quiénes toman el silencio sobre Carlés por aceptación, pero me consta que otros lo leyeron como un rechazo. Ninguna de esas presunciones es válida. Uno es esclavo de sus palabras, pero dueño de sus silencios”.
Bastante para un fin de semana, ¿no?