Mientras el país paraba por la convocatoria sindical, la Comisión de Acuerdos del Senado examinaba al candidato a la Corte Suprema, Roberto Carlés. Con la ausencia significativa de los Senadores del Peronismo Federal y del PRO -que podrían ejercer de swing votes para llegar a los 2/3 requeridos en la votación del pleno-, el oficialismo aprobó el dictamen de comisión frente al voto negativo del bloque radical. Nosotros estuvimos siguiendo el evento por la transmisión de Senado TV y dejamos la huella, al estilo Crónica, en nuestra cuenta de Twitter. Allí pueden ver los temas sobre los que se le preguntó a Carlés, las respuestas que dio y algunas consideraciones inmediatas que las mismas despertaban. Luego de las casi 5 horas de atención, esperábamos contar con alguna crónica especializada que nos permitiera confrontar nuestras impresiones. La cosecha ha sido magra, tenemos que confesarlo. Clarín apenas nos da el titular, lo mismo que Perfil. Página 12 y La Nación se esmeran un poco más, pero tampoco se despeinan demasiado.
Sebastián Abrevaya escribe para Página 12, «Un dictamen a favor de Carlés«. Empieza resaltando que fue una jornada sin sobresaltos (¿el fantasma de Reposo?) y su mirada se detiene enseguida en el objetivo final: «Luego de una jornada que consideraron “positiva”, la expectativa del kirchnerismo quedó centrada en conseguir los votos en la Cámara alta para concretar su designación, ya que según el decreto firmado por Néstor Kirchner en 2003 son necesarios dos tercios de los senadores presentes para lograrlo» (sería bueno que el autor supiera que este requisito no proviene del Decreto 222/2003 sino del propio artículo 99 inc. 4 de la Constitución Nacional). La nota pasa por los concurrentes a la sesión y se adentra enseguida en los temas tratados, comenzando por la objeción que se le hace a esta designación respecto a que no cumple la igualdad de género, a lo que Carlés respondió que no siempre los miembros de una minoría son los que mejor defienden los intereses de la misma. Pichetto reforzó diciendo que, además, es necesario un penalista en la Corte Suprema. La crónica destaca el cruce con Naidenoff que lo acusó de mentir por decir que trabaja full time en la Dirección de Obras del Senado al tiempo que es coordinador de la Comisión de Reforma del Código Penal y pasa rápidamente por los temas de fondo: aborto, drogas, comienzo de la vida y la afirmación de Carlés de que los jueces deben pagar ganancias.
En La Nación es Adrián Ventura quien hace el análisis, resaltando que el paso no fue tan pacífico como destaca Página 12. Así lo titula: «Carlés dejó dudas en el Senado, pero el FPV aprobó el dictamen«. La crónica se detiene en los interrogantes de los diputados, a los que -implícitamente- considera de mayor valor que el de las asociaciones, ya que estas últimas preguntas les fueron adelantadas al candidato y, así, serían más sencillas de responder. No estoy de acuerdo con este criterio: las preguntas del inicio fueron de mucha mayor densidad teórica y pertinencia para el dictamen de la Comisión que muchas que les fueron realizadas luego por los Senadores. Ventura, por ejemplo, destaca el intercambio con la Senadora Crexell, que dice que «lo descolocó». Sin entrar en detalles que nos obligarían prácticamente a transcribir el intercambio, debemos decir que las preguntas de la Senadora eran de una amplitud teórica al mismo tiempo que de una casuistica tal, que presuponían la omnisciencia del candidato. Por ejemplo, le pregunta a Carlés si considera que decreto nunca puede derogar una lety, a lo que, obviamente, responde que sí, que no puede nunca hacerlo. Repregunta: «¿por qué un decreto de CFK sí modifico la ley de responsabilidad de los directores del Estado?». Ese tipo de preguntas, creemos, no ayudan a profundizar en el pensamiento del candidato. Solamente son fuegos de artificio político, en el marco de un proceso designado para otros fines. Ventura nos dice que Carlés, «que tiene dos doctorados, se limitó a una salida formal y forzada». Eso suena más a una chicana que a una evaluación desapasionada. En esa situación, no era mucho más lo que Carlés podía hacer.
Asimismo, Ventura se detiene en un punto importante de las respuestas de Carlés que es el de la justicia dialógica y la necesidad de entender a la Corte Suprema en el contexto de un sistema de frenos y contrapesos. Muchas de las preguntas iniciales de las ONGs, Academias y Colegios Públicos remitieron a esa visión, que bajó a la contienda concreta con la referencia al caso del Procurador Sosa en Santa Cruz:
«Tal vez lo más impactante en la reunión de comisión ocurrió cuando el senador Mario Cimadevilla (UCR) le preguntó qué opinaba de un gobierno que no respeta los fallos del alto tribunal. Carlés respondió: «La Corte debe considerar cuál es la capacidad que tiene de imponer su criterio». Y, ante otra pregunta, sostuvo: «En un sistema democrático, ninguna decisión tomada por tres o cuatro personas, por más Corte Suprema que sea [sic], puede ir en contra de políticas que requieren mecanismos de decisión más complejos».»
Del contexto de las sucesivas preguntas, quedaba claro que lo que Carlés propugnaba no era que la Corte Suprema fuera desoida sino que para ser obedecida debía dar un mensaje adecuado y en el marco de sus posibilidades fácticas. O sea, un mensaje realista que, entendemos, se aleja de una Corte todopoderosa que digita consignas desde el 4to piso del Palacio de Tribunales. ¿Va esto en desmedro de la obligatoriedad de sus sentencias? No me parece que esa haya sido la intención de Carlés. Más bien intentó dar cuenta de la complejidad del entramado político-jurídico en el que se mueve la Corte y que la debe alejar de un juridicismo aislado de la realidad. Por eso, resaltó mucho -al igual que Lorenzetti- la necesidad del diálogo entre los poderes del Estado. Sus frases fueron en un sentido correcto, pero las preguntas sucesivas no permitieron ahondar demasiado y es mucho el terreno que queda por desbrozar. Justicia dialógica, si, pero hay muchas, muchas alternativas para ponerla en acto. Nos hubiera encantado escucharlas y avizorar mejor que tipo de juez podria llegar a ser el candidato.
En nuestra opinión, la sesión fue pacífica y los resultados, esperables. Salvo en episodio con el Senador Naidenoff, no tuvo que pasar demasiados apuros respecto a sus antecedentes pero ello no quiere decir que haya despejado las dudas que se habían creado al respecto. Sus antecedentes laborales, un CV quizás excesivamente detallista en la descripción de su experiencia, la realización de dos doctorados casi simultáneos, los muchos viajes al exterior al mismo tiempo que cumplía funciones en el Senado, son todas cuestiones que no tuvieron una respuesta rotunda pues, probablemente, no la haya. Carlés transitó el camino proyectado con buen espíritu, paciencia y buen tono, pero ello no cambia la realidad de su experiencia. Las preguntas jurídicas se dividen entre las que se formularon al inicio y las de los Senadores. Como dijimos antes, las primeras iban en el sentido correcto, quizás hubiera sido necesario repreguntar para expandir conceptos. Las segundas fueron, en general, más efectistas y estuvieron atadas, creo, a una decisión previa de voto que no iba a ser modificada por ninguna respuesta dada. Este hecho relativizó muchísimo el valor de esta sesión que, como bien resaltan las dos crónicas aquí revisadas, termina siendo solamente un paso intermedio en el que el verdadero problema a dilucidar es el conteo de los votos. Sobre qué tipo de juez queremos para la Corte Suprema y si Carlés llena los requisitos, muchas preguntas abiertas y muy pero muy pocos indicios.
Foto: villunderlondon