Desde que a fines de enero de 2015 Cristina Fernández de Kirchner propuso a Roberto Carlés para el puesto de Ministro de la Corte Suprema de Justicia que dejaba vacante Eugenio R. Zaffaroni, se habló de su vinculación con el Papa Francisco. Nunca en términos de apoyo formal, pero siempre sugiriendo un vínculo relativamente cercano y una simpatía que podrían hacer presumir una adhesión a -o en los más optimistas, hasta una promoción de- su candidatura. Así, el propio Carlés relataba su «relación» con Jorge Bergoglio y sus encuentros papales, en este reportaje que Irina Hauser le hiciera en Página 12, apenas conocida la noticia de su nominación:
«–¿De dónde viene su relación con el papa Francisco?
–Me confirmó en 1993, cuando recién era obispo auxiliar de Buenos Aires, he ido a la Catedral en varias oportunidades por ser abanderado de un colegio católico, actos y eventos, y tenemos amigos en común, como sacerdotes, curas villeros y Alicia Oliveira, que fue la persona que me puso en contacto con él. En el último tiempo, el Papa me invitó para hacer una alocución a todas las cinco asociaciones de derecho penal y criminología en Roma el año pasado. El fin era concientizar sobre algunos problemas mundiales: pronunciarse contra la pena de muerte, contra la tortura, de las extraordinary renditions de la CIA, se habló de populismo punitivo. Estas asociaciones han buscado referentes. Una persona con enorme influencia es el Papa, que para mí también es un referente espiritual.
–¿Influyó o impulsó su postulación?
–No me consta.»
Tengamos en cuenta que para el gran público -no ya sólo para la sociedad en general sino aún para el propio mundo jurídico- Roberto Carlés era prácticamente un desconocido, salvo para los que seguían de cerca la reforma del Código Penal. Su presentación al mundo, bajo el paraguas de su relación con Francisco, era una carta simbólica importante. Y él la usó inteligentemente, sin afirmar lo inafirmable pero dejando un amplio espacio para la conjetura y el juego político. Pues bien, parece que ha llegado la hora de la respuesta que, como sabemos viniendo de fuentes eclesiásticas y papales -especialmente- nunca se producirá de forma directa. El lenguaje curial tiene sus recovecos y circunloquios, que hay que saber detectar. En momentos en que la cuestión entra en su tramo decisiorio, cuando el pliego de Carlés ya ha llegado al Senado, el periodista en temas religiosos de La Nación, Mariano de Vedia, escribe hoy que «niegan que el Papa impulse el pliego de Carlés para la Corte». Dice allí que:
«Fuentes eclesiásticas muy cercanas a Francisco revelaron a LA NACION que el Papa no solicitó «ningún apoyo» a la propuesta del Gobierno para designar al abogado penalista Roberto Manuel Carlés como ministro de la Corte Suprema de Justicia, cuyo pliego se encuentra listo para ser debatido en el Senado. «No quiere tener injerencia en esas decisiones», aclaró un arzobispo con llegada directa al Pontífice.
La aclaración surgió a raíz de que el propio Carlés, que fue propuesto por la presidenta Cristina Kirchner para cubrir en el alto tribunal la vacante de Eugenio Zaffaroni, envió cartas a instituciones de la Iglesia y del campo jurídico para pedir apoyo a su designación. En esas comunicaciones el propio interesado mencionaría expresamente que tiene el apoyo del Santo Padre.
(…) Fuentes cercanas a la Iglesia indicaron que Carlés no tiene ninguna vinculación institucional con el Episcopado ni su propuesta de designación en la Corte cuenta con el apoyo de los obispos. «Es curioso que sectores que vienen del progresismo, que siempre han puesto el grito en el cielo porque la Iglesia intervenía en la designación de ministros o embajadores, ahora expresen como un mérito que un aspirante a la Corte Suprema tenga el apoyo del Papa», expresaron.
También trascendió que el propio abogado penalista que Cristina Kirchner quiere llevar a la Corte habría hecho llamadas a tres candidatos presidenciales para pedir apoyo a su designación invocando la adhesión de Francisco.»
Foto: paval hadzinski / Foter / CC BY-NC-ND
Excelente pregunta, Juan. Creo que, en el ambiento político argentino, es un poquito un «todo suma», ¿no? Además, dada la imagen francamente positiva que Francisco tiene en el país, parece lógico que Carlés haya intentado sumar su apoyo.
¿De quién se debería buscar un «respaldo público» para «llevar tranquilidad» a la elección que enfrentan los senadores? – A- Un notable constitucionalista o una respetuosa organización de derecho constitucional o de derecho a secas – B – Una figura política con crédito; C – el gurú intelectual de turno – D Líderes de instituciones importantes E – diarios prestigiosos si los hubiera F – los senadores no se ponen nerviosos G – etcétera. ¿cual es la mejor manera de armar una falacia pro-hominem (como reverso de la ad-hominem) a fin de permitirle a los senadores transferir el peso de su responsabilidad decisoria a una figura carismática?
“Es un verdadero disparate porque el Papa es muy respetuoso de las instituciones y de ninguna manera se inmiscuiría en una designación que compete a los poderes de la república”, dijo a Clarín una fuente eclesiástica con llegada al Pontífice, transcribe Sergio Rubin.
Tal es lo que dice una fuente eclesiástica con llegada al Pontífice, además de relatar Rubin que Carlés llamó a candidatos invocando la bendición papal. Cierto que cuando tenía 11 añitos lo confirmó Mons. Bergoglio. Obviamente, me tranquiliza lo que dice la alta fuente eclesiástica en bien de la «sana laicitá dello Stato» (diceva Pio XII). En efecto, espero que ningún senador diera su voto por opiniones del papa, en este caso Francisco (que no utoiiza el «Primo» – I, como tampoco Lino, Cleto, Clemente, Sixto… cuando fueron primeros, pero sí Juan Pablo I), se trate de Roberto Carlés o de cualquiera de los ilustres juristas que hay entre nosotros. Al César lo que es del César.
También en el Clarin de hoy hay una nota -bastante contundente- de Sergio Rubin http://www.clarin.com/politica/Malestar-Iglesia-Gobierno-Corte-Suprema_0_1318068440.html
Va a ser interesante la discusión pública que se viene…