Hay días de agosto, que si uno los pasa parado en la tribuna esperando que salga el equipo de primera, la pasa mal. La bombonera, además, escamotea el sol a todo aquel que no tiene palco o las nuevas plateas en donde estaban los palquitos en los cuales alguna vez le alcance la pelota a Hrabina para que haga un lateral. Lo normal era congelarse en la sombra a la espera de las genialidades de Tapia, Melgar, Graciani, Rinaldi y Comas. Esa espera era matizada con….la reserva. Oteando a los que se convertirían en grandes valores. La Corte sacó pocas cosas en este inicio de Agosto que captaran mi atención y que no fueran ya comentadas acá. Me queda, entonces, el reflejo de aquellas tardes de futbol de domingo a las 4 (ecológico, sustentable, sin exigirle demasiado a un sistema eléctrico que esta colapsado) y me puse a mirar a la tercera: los dictámenes de la Procuración General. Encontré un caso de real malicia que, vaya casualidad, insta un juez de línea ofuscado porque el diario Olé puso en duda su honorabilidad. («Galante, Adrián Pablo contra Arte Gráfico Editorial Argentino y otros s/Daños y perjuicios» – 11-8-2015)
Me imagino la demanda del Juez de Línea. Sé que los árbitros no tenemos hinchada. Nos multi-insultan de los cuatro costados. Cuando nos equivocamos y cuando no. Pero sepa señor Juez que somos personas sensibles. Una queja de un jugador que dude de nuestra ecuanimidad nos duele mucho más que una patada que algún pobre bruto le haya estampado al habilidoso contrario. De hecho, sacamos amarillas a los que hablan como a los que pegan. Le pido por favor que le saqué amarilla a Ole, por hablar y por pegar con su labia. Además, tenga en cuenta que usted y yo somos parecidos. Impartimos justicia. Tenga por favor un poco de empatía corporativa con este colega, al cual lo han tildado de juez federal. Perdón, hago mal en generalizar, me han puesto en la bolsa de los que Cavallo manchó con la denuncia de la servilleta de Corach, es decir, según este artículo vintage (pero poco acertado con las proyecciones) de Página 12 (Irina Hauser), me han tildado de ser un Oyarbide, un Liporaci, un Branca, un Ballestero, un Bagnasco, un Gabriel Cavallo, un Urso, un Literas, un Bonadío, un Canicoba Corral, un Galeano. Sí, en ese artículo no se salvó nadie. Yo quiero que usted haga justicia y me salve.
El Ole se portó mal conmigo. Se aprovechó de la denuncia que realizó el arbitro Javier Collado, que señalaba la existencia de hechos de corrupción en los partidos de fútbol profesional y que aludía, en particular, a un hecho que involucraba a uno de sus asistentes sin identificarlo. Yo era uno de sus asistentes. El hecho es que el 30 de noviembre de 2009, el diario Olé́ había publicado el articulo «El error en los tiempos de sospecha», escrito por el señor Transmonte, que refería que en las últimas fechas del torneo de fútbol profesional habían sucedido muchas jugadas polémicas y que todos los árbitros estaban en observación a partir del alejamiento de un integrante de la AFA.
El artículo concretamente sostenía: “…Creció la sospecha de que hay sobornos (algo que ya había surgido por unas declaraciones periodísticas de Javier Collado, luego de las cuales el asistente Galante no volvió a ser designado) y también las especulaciones sobre qué hace la AFA frente al tema. A este columnista no le consta que haya ninguna comisión especial de investigación: puertas adentro, a partir de denuncias anónimas o extraoficiales, en el entorno de Julio Grondona siguen de cerca el crecimiento patrimonial de unos pocos árbitros (tres de Primera y dos de la B Nacional), tratando de averiguar informalmente cómo se puede justificar….”
Como en primera y segunda instancia Galante, el juez de línea en cuestión, acreditó que había dejado de desempeñarse en esa función por un problema de salud, entendieron que el artículo periodístico resultó imprudente al generar el estado de sospecha lesivo de su honor. La sentencia de Cámara recurrida ante la Corte sostiene que el diario Olé tampoco estaba protegido por la doctrina sentada por la Corte Suprema en el caso «Campillay» (Fallos: 308:789), ya que la noticia mencionaba concretamente al actor, no identificaba la fuente de la información y no estaba redactada en modo potencial. Incluso destacó que un arbitro de futbol no es una figura pública. Condenaron por ende al diario y al editor a indemnizar al juez de línea con 80.000 pesos más intereses por daño moral y la publicación de la sentencia.
La Procuración ha dictaminado que la queja es procedente, ya que según doctrina de “…Fallos: 331:1530, quien difunde información de interés público que pueda afectar e! honor o la estima de funcionarios públicos, figuras públicas o particulares que hubieran intervenido en cuestiones de esa índole sólo deben responder jurídicamente si e! agraviado prueba la falsedad de la información, y el hecho de que ésta fue difundida con conocimiento de su falsedad o con notoria despreocupación por su veracidad.”
A juicio de la Procuración, el árbitro es una figura pública y el fútbol es un tema de innegable interés público en nuestra república. Para apoyar su tesis anti-Sebrelli la Procuración incluso aporta un fundamento positivo: “…la ley 20.655 del Deporte establece que el Estado debe velar por la corrección de los espectáculos deportivos (art. 3, inc. k, ley cit.) y, en consonancia, penaliza a quien acepte una dádiva a fin de facilitar o asegurar el resultado irregular de una competencia deportiva o el desempeño anormal de un participante en ella (art. 24, ley cit.). * De este modo, la existencia de hechos de corrupción arbitral en e! marco de los eventos futbolísticos concierne al interés general. La doctrina de la real malicia es, entonces, aplicable al señor Galante en lo relativo a dicho asunto, que es justamente aquel abordado por la publicación que dio lugar a esta acción.”
Dictamina a favor de dar vuelta el fallo de Cámara en tanto no encuentra que el Diario y el periodista hayan conocido la falsedad o hayan actuado con notoria despreocupación por la veracidad. Por el contrario, la Procuración destaca que el accionante no acreditó que los demandados hayan publicado la noticia con conocimiento de la existencia de la licencia médica que impedía su designación como juez de línea. Más aún, destaca que con posterioridad a la publicación del articulo, el señor Galante informó al medio gráfico sobre las lesiones físicas que impedían su actuación y ante ello, Olé publicó esa información a fin de rectificar la inexactitud difundida.
La procuración no le sacó amarilla a OLE por hablar. Veremos qué es lo que verá la Corte.