Domingo, día de reportajes, tres a falta de uno. Lorenzetti, el gran protagonista en Página 12, Clarín y La Nación. Una buena oportunidad para escuchar su opinión sobre diversas cuestiones de actualidad, sin el marco acotado de las aperturas judiciales o los actos por el Código Civil. Es también una ocasión para un experimento periodístico notable: tres reportajes en paralelo, realizados el mismo día (la corbata de Lorenzetti en las fotos así lo sugiere, lo mismo que el día de publicación) nos permiten comparar coberturas e intereseses periodísticos (vid. en este sentido, la cobertura de Diario sobre Diarios). La posible ampliación de la Corte, como plan B del gobierno ante el eventual rechazo del pliego de Robertó Carlés, es el tema destacado sobre el que giran los tres. Así, Clarín titula, en un lugar secundario del diario, «Lorenzetti advierte que cuando se amplió la Corte, el Presidente tuvo “un gran desprestigio»«. La Nación lo lleva a primera plana, casi con la misma cita: «Al cambiar la Corte, el presidente se desprestigia». Página 12 se sitúa en la otra vereda y lleva agua para el molino del nombramiento: “Es obvio que con todos los integrantes la Corte funcionaría mejor”. Perfil, a quien se ve que dejaron fuera de las entrevistas, se limita a recoger lo que considera la noticia principal: Lorenzetti se suma a la polémica por la ampliación de la Corte.
Empecemos por las diferencias entre los reportajes, para luego focalizarnos en la posibilidad de una Corte ampliada. Silvana Boschi, de Clarín, le hace a RLL una entrevista amable y breve, que comienza con el tema del título, sigue con el Código Civil y se detiene en la politización de la justicia y el caso Nisman para terminar con las sensaciones del entrevistado respecto de las críticas de la Presidente en la Apertura de Sesiones del Congreso. Pregunta final, de rigor, sobre las eventuales ambiciones políticos de Lorenzetti, para que responda: «no, nunca lo pensé, y mi función está acá en la Corte Suprema». Adrián Ventura, para La Nación, hace un reportaje-comentario donde mezcla su voz con la del entrevistado. Así, afirma que
«Lorenzetti es un hombre moderado. Nunca pierde la calma, intenta componer y cuida cada expresión hasta en el mínimo detalle. Pero esta vez da la impresión de que quiere decir algo más. Y tiene motivos. El miércoles, el Senado tratará el pliego de Roberto Carlés para ingresar en la Corte. El candidato de la Presidenta es un abogado que jamás ejerció la profesión ni vio un expediente judicial. La oposición tiene el número suficiente para rechazarlo, pero el Gobierno parece decidido a desatar una tormenta sobre el tribunal.»
Antes de empezar a transcribir las preguntas y respuestas, Ventura da el marco en el que considera que deben intepretarse, empezando por leer su pensamiento sobre diversos temas:
«.. jamás había escuchado hablar de Carlés, quien confesó que jamás trabajó como abogado litigante ni tampoco en la Justicia, y que nunca tuvo en sus manos un expediente. Incluso, no lo conoce. Y sabe que el alto tribunal enfrenta riesgos. Lorenzetti es consciente de que la Justicia atraviesa un año muy complejo. En enero, la muerte del fiscal Alberto Nisman desnudó ante los ojos de todos un mundo judicial en el que se mezclan operadores, espías y la política. En marzo, la presidenta Cristina Kirchner criticó a Lorenzetti ante la Asamblea Legislativa. Y, antes de finalizar el mandato, la procuradora general, Alejandra Gils Carbó, intentaría colonizar con fiscales adictos todos los cargos que estén disponibles.»
Con mayor profundidad que en el reportaje de Clarín, las preguntas de Ventura versan sobre la posible ampliación de la Corte, la eventual politización de la justicia a raíz de las reformas en el procedimiento penal y el estado de las relaciones Corte- Presidencia. Lorenzetti, y esto es lo interesante de comparar los tres reportajes, mantiene el tono mesurado y no brinda ninguna declaración rimbombante. Su tono y sus dichos son semejantes en los tres periódicos. Cuando envía un mensaje, como resulta claro que lo es el de su visión crítica sobre la posible ampliación, lo hace sin levantar la voz ni entrar en polémicas. Pero antes de zambullirnos de lleno en el tema, veamos que le preguntó Victoria Ginzberg para Página 12. La historia del periódico es menos amable que las dos de los dos anteriores, ya que todavía resuenan los rifirrafes motivados por el discurso de Apertura del Año Judicial: el video inicial con las imágenes de Nisman, la retirada de los miembros de Memoria Activa y la afirmación de que sobre la causa de la Embajada de Israel había cosa juzgada, entre otros. La entrevistadora no le va a huir a esos temas y le da a Lorenzetti la posibilidad de un descargo, el cual merecería un análisis que excede este marco (dejamos apuntado, sencillamente, su afirmación de que el termino «cosa juzgada» fue utilizado con fines comunicativos y remitimos al post de Eduardo Lapenta sobre el tema). A modo de invitación a leer el reportaje completo, dejemos el encuadre que hace Ginzberg:
«Aunque se escuda en su posición de no ser un dirigente partidario, contesta con una habilidad que le envidiarían muchos de ellos. Hasta sonríe un poco cuando sabe que va a escapar a la respuesta. De todas formas deja varias definiciones: se despega de la movilización del 18F, “los jueces no están para eso”, y critica una eventual modificación de los miembros de la Corte: “La experiencia demuestra que es necesario tener cierta estabilidad, que no cambie de acuerdo a las circunstancias”. Pero también señala que si bien el tribunal funciona bien con cuatro jueces, “es obvio” que con los cinco estarían mejor. Y desdramatiza los roces con el Poder Ejecutivo. “No estamos en una crisis. No me molesta que la Presidenta diga una cosa y no-sotros, otra. Forma parte de la vida democrática.”
Los temas son muchos y los periodistas hacen foco en las cuestiones que los desvelan a ellos y a sus lectores, pero es claro el mensaje que quiere pasar Lorenzetti, el motivo por el que los convocó a su despacho. La Corte está funcionando bien, podría hacerlo mejor, quizás, pero lo está haciendo bien. Hay un mensaje de continuidad que intenta transmitir, de que la Corte por la que tanto trabajó en estos últimos diez años, la que tanto capital simbólico amasó, no se esta desmembrando. Sigue en el lugar en el que siempre estuvo. La idea de ruptura pretende colarse a través del nunca transparentado pero por todos referido plan de ampliar el número de miembros a 9, si fracasa el affaire Carlés. Evidentemente, si de la Corte de los últimos años quedan solamente 4 miembros (uno de 97 años y otra, Highton de Nolasco, a tres años de jubilarse) y se van a nombrar 5 más, resulta obvio que hay un quiebre, que estaríamos hablando, a futuro, de una «nueva» Corte. Es para oponerse a este cambio que Lorenzetti elige salir al cruce de un tema que se ha mantenido hasta ahora en el plano de las operaciones políticas pero que, evidentemente, tiene algún viso de realidad. Sino ignorarlo habría sido el movimiento más certero. Veamos lo que afirma Lorenzetti en el reportaje de La Nación:
«¿Qué opina de la posibilidad de que el Congreso amplíe el número de ministros de cinco a siete o nueve jueces? Como usted sabe, ése es el plan B, si el miércoles el FPV no logra aprobar el pliego de Carlés.
-Mire, cada país tiene su sistema, y la Corte Suprema del nuestro no es comparable con los tribunales o con cortes constitucionales de otros países. Y, además, el Congreso tiene la atribución de tomar esa decisión. Pero en la Argentina el número de ministros de la Corte fue históricamente de cinco y la experiencia política indica que cada vez que el Congreso modificó el número de jueces, lo hizo para cambiar la mayoría del tribunal.
-Fue lo que ocurrió en la época de Carlos Menem.
-Y cada vez que se hizo esa maniobra, siempre redundó en desprestigio para el Presidente y para la propia Corte.
-Si el Congreso amplía la integración de la Corte Suprema a nueve jueces, habría que nombrar automáticamente cinco conjueces, porque los cuatro integrantes actuales no tendrían quórum para deliberar. Y la lista de conjueces que aprobó el Senado está poblada con una mayoría de kirchneristas.
-Hasta ahora, en las pocas causas en que la Corte nombró conjueces, los eligió entre los camaristas federales. Es decir, la lista de conjueces que aprobó el Senado el año último sólo puede ser aplicada en forma supletoria; en segundo lugar, porque los primeros conjueces que se convocan son los camaristas federales en ejercicio. Es lo que establece la ley. Además, hubo muchos planteos de inconstitucionalidad alrededor del nombramiento de aquella lista, que están a estudio de la Corte. En esas demandas, se sostiene que el Senado, cuando aprobó la lista, violó la Constitución. La Corte todavía tiene a estudio estos asuntos, no tenemos una posición y tenemos que resolver esos casos».
Lorenzetti ha elegido interceptar lo que intuye que puede ser un evento catastrófico en la vida del tribunal: mezclar y dar de nuevo. Por ello, apunta a recuperar el centro de la escena y dejar clara la posición de la Corte Suprema en una semana en la que, quizás, se empiecen a materializar los planes B en carpeta. La ampliación suena como una juzgada sumamente riesgosa, casi alocada, por dos factores: el primero, que está en el reportaje, es que el Alto Tribunal tiene la llave de la constitucionalidad de lo que sería la clave del mismo: la actuación de conjueces; el segundo, es el cortoplacismo del mismo. ¿Cuál sería la vigencia efectiva de las mayorías conseguidas a través de la ampliación? Amén de que dependerían del factor uno, estarían dejando en manos del gobierno entrante la posibilidad de modelar una corte a su medida, habiendo realizando ellos todo el gasto político. Esto, por supuesto, pensando en términos de beneficios políticos de cortísimo y corto plazo, que son a los que estamos acostumbrados. Desde el punto de vista institucional, el de los plazos medianos y largos, la medida no merece casi ni ser analizada. Si nos interesa tener una Corte medianamente funcional en el esquema de contrapeso de poderes, normalicemos su funcionamiento y reforcemos su continuidad. Ya habrá tiempo para pensar reformas y mejoras -necesarias, sin dudas-. Pero estos son tiempos de tormenta.