Mucha expectativa en una Sala de Audiencias totalmente colmada. ¿Cómo respondería el Presidente del Tribunal, Ricardo Luis Lorenzetti, a los dichos de la Presidenta en su discurso ante la Asamblea Legislativa del pasado domingo? Respuesta: con un discurso que se centró en la sociedad, en la gente, a la que le dijo que sus tragedias son las que deben estar en el centro de la agenda judicial y a las que trató de brindar tranquilidad sobre la protección que les brinda la Corte Suprema. En Argentina, afirmó, durante mucho tiempo ha reinado el miedo y eso debe terminar, se debe promover la confianza. Por supuesto, este arco discursivo estuvo mechado de una serie de definiciones, la grandísima mayoría ya escuchada en otros discursos de apertura, y muchas respuestas -sin salirse de tono- a las acusaciones escuchadas el 1 de marzo. Pero nos engañaríamos si analizamos el discurso buscando extraer alguna frase con impacto, que dé para un titular. Para eso ya tendremos a los medios, que nos inundarán mañana con una batahola de referencias al Gobierno. Nosotros, en cambio, nos quedamos con el arrullo del tono tranquilo de Lorenzetti quien, adoptando una inflexión apaciguadora, nos invita a que nos abandonemos en la Corte Suprema.
El acto empezó con unos minutos de retraso y durante exactamente 8 minutos, la locutora se ocupó de nombrar a todas las personalidades y organizaciones que dijeron presente. Empezó por el Ministro de Justicia, Julio Alak y terminó por la Escuela Nro 72 de Lanús, perteneciente al área de la Cuenca Matanza-Riachuelo. Parecía mentira que todos los nombrados cupieran en ese recinto. Antes de hablar, nada mejor que unas imagenes. Un pequeño video del CIJ, que en la transmisión por Internet no se pudo ver (ya que las cámaras apuntaban a unas pantallas lejanas y el sonido brillaba por su ausencia). Punto en contra para el Centro de Información Judicial. El video de escasos 2 minutos terminaba con la imagen del fallecido fiscal Nisman y a partir de allí hilvanó su discurso Lorenzetti, sin preámbulos ni saludos a los presentes. ¿Por qué empezar por allí? Porque las víctimas de las tragedias deben, afirmó, conmover a los jueces, hacerlos dejar de lado la distancia profesional. Y, sobre todo, deben hacer -a todos los dirigentes- dejar de lado las disputas de poderes: «las víctimas esperan una actitud más madura».
A la luz de este principio de cooperación, Lorenzetti comenzó a enunciar aquellas cuestiones que deberían ser objeto de atención por parte de los poderes del Estado y que dificultan la tarea judicial. Los Tribunales Orales, por ejemplo, están sobrecargados y no tiene lógica que tengamos que hacer optar a uno de ellos entre llevar adelante la causa de la AMIA y el accidente de ONCE. Ello no debería ser así y si lo es, es por la inoperancia de un sistema en el que por ley se crearon los Tribunales 7 y 8 en el año 2010 pero ellos todavía no están conformados. Otro tanto sucede, en el campo de las politicas de seguridad, con la falta de una Policía Científica «como la que vemos en las series de TV o en las películas». Finalizó este apartado de reclamos/aclaraciones con la afirmación de que uno de los terrenos conflictivos es el de la aplicación e implementación de las sentencias judiciales, poniendo como ejemplo la sentencia de la CS de 1999 en el caso de la Embajada de Israel, «publicada y consentida por las partes».
[su_pullquote]A los ciudadanos les decimos que no tengan temores, que la Corte está para proteger sus derechos y lo seguirá estando (…). Nuestra función, la de la Corte Suprema y la de los jueces y juezas es brindar protección donde hay temores, donde hay incertidumbre es brindar seguridad, seguridad jurídica, previsibilidad. Donde hay exclusión, brindar igualdad. Estas son las funciones. Quédense tranquilos que nosotros vamos a seguir en esa línea y no vamos a cambiar»[/su_pullquote]«Tenemos que comprender que estos temas nos incluyen a todos». Por eso, «no podemos tener muchas diferencias de ningún tipo en esto. Si para eso estamos. Estamos para la gente que clama justicia. Podemos tener muchas diferencias pero cuando hay gente que clama justicia, debemos ser más adultos, tenemos que dejar de lado estas cuestiones menores y ponernos a trabajar».
La Corte, afirmó Lorenzetti, enarbola el proyecto de país que estableció la Constitución reformada de 1994 y esto «no impide la acción de gobierno». En este punto, empieza lo que podríamos llamar la parte didáctica del discurso, ya que el Presidente destaca la necesidad de hacer «docencia constitucional». Poniéndose el traje de profesor, comienzan las citas de autores (Elster, Sunstein, Huizinga, Nussbaum, Rawls, Rosanvallon, A. Sen, Habermas) y una articulación en la que le interesan marcar, ordenadamente, diversos lineamientos básicos que guian la actividad de la Corte. Ellos son: 1) la protección del sistema democrático y republicano; 2) federalismo; 3) derechos humanos, 4) ciudadanía del siglo XXI; 5) medio ambiente; 6) gobernabilidad del siglo XXI y 7) valores.
Al primero de los puntos es al que dedica los párrafos más sustanciosos: «mientras estemos aquí no toleraremos ninguna acción contra el Estado de Derecho», dice, ahuyentando las acusaciones sobre sus intenciones golpistas. Pero penetra aquí un poco más profundo cuando señala la fisura que en nuestra historia existe entre lo popular y lo republicano. Nuestro poblema es institucional y la Corte no quiere gobernar. Es activista y progresista, porque la Cosntitución estableces la progresividad de los derechos. Y es republicana en tanto aboga por un Poder Judicial independiente. Lo que pasa, sostiene, es que es difícil aceptar sentencias que van en contra de nuestro intereses. Ese es el verdadero test de republicanismo. Y hace aquí una digresión para fomentar la crítica y análisis de las sentencias (¡muy bien, a eso nos dedicamos!) pero haciendo foco en los argumentos, no descalificando personalmente al decisor.
Sigue con este tour de force, revisando ideas ya escuchadas en sus anteriores comparecencias. Aprovecha para mencionar el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, regulador de la ciudadanía del siglo XXI. Hila con la complejísima gobernalidad de las sociedades plurales contemporáneas y la necesidad de pensar sistemas descentralizados de gobierno, participativos, que combatan la apatía ciudadana. Esta complejidad ha dejado paralizados a muchos dirigentes de la vieja escuela, que no entienden que hay que cambiar el modo. La concentración decisional no funciona más («no piensen en nadie en particular», dice risueñamente, «también pasa en el Poder Judicial»). La solución: la democracia deliberativa, con un diálogo que acerca los extremos (aprovecha aquí, no podía faltar, para citar al Papa y su referencia al aislamiento que puede encarnar el mundo digital). «Hay que volver a la plaza pública», como en las audiencias que la Corte ha propuesto.
El círculo discursivo se cierra con los valores, que lo hacen volver a las tragedias a las que se refirió al comienzo. Las emociones son fundamentales para la vida social y las sociedades no pueden funcionar en base al miedo. ¿Qué tipo de emociones son las que se promueven? No es menor que los jueces brinden protección a los ciudadanos, «es lo que esperan de nosotros». Hay que evitar las peleas de vecinos y respetar lo que quisieron quienes establecieron nuestra constitución, «estando a la altura de las circunstancias». Termina así con un discurso esperanzador, donde pareciera verse como posible la salida de las antinomias, quizás de una manera artificialmente simple. Pero lo suficientemente sugestivo para que terminemos más tranquilos que el domingo. Objetivo cumplido.
Foto: paul goyette / Foter / CC BY-NC-SA
Un problema entre las varias cosas buenas que dice Lorenzetti. Si el emisor es un juez corrupto (Oyarbide, supongamos) es de todo sentido criticar al juez, pues el paso previo a criticar los argumentos de la sentencia es que el emisor nos de confianza. Si confiamos en el juez, ahí podemos criticar la sentencia.